Comienzo escribiendo las memorias de un hombre atolondrado, que viajaba por las costas del mundo buscando inspiración en el mar, creyendo que una sirena lo salvaría algún día de todos los prejuicios, su manera de expresar sentimientos era poco común entre los hombres de su época. El amar al amor, el adorar la luna, el llorar con una flor era símbolo de no ser un hombre completo, pero él siempre fuerte y poderoso buscaba formas absurdas de poder expresar lo que sentía.
Este hombre amaba a la luna, tanto así que su meta era besarla, según las historias de sus sueños él ya la tubo en sus brazos, pero ahora sólo queda en su corazón ese sentimiento, no existen recuerdos, no existe algo tangible que certifique ese amor que expresaron la luna y él, pero sin dejar atrás sus sentimientos, la busca incasable sabiendo que ella jamás lo mirará... no se rinde vivirá mirando al cielo cerca del mar, de costa en costa, por las sirenas y lunas, por las estrellas y cometas.
En uno de sus viajes visitó a una mujer, una pelirroja llamada Andrea, ella le dijo que su sueño era en vano, ella lo amaba como su hermano, pero él jamás dejó de mirar al cielo y esperar en el mar la salvación. Sospechando de su sanidad mental Andrea conversó con un médico y este mandó a buscar al hombre, con la versión de Andrea bastaba el tipo estaba loco y con una revisiones quizá podría internarlo.
Quizá lo atraparon o quizá se escabulló, sólo sabemos que esta historia nunca concluyó
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