Las hijas de la Luna.-


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En mis viajes por el mundo, conocí a una especie de mujer bastante peculiar, son las llamadas Hijas de la Luna. Tienen como características unos ojos misteriosos que guardan experiencia pero mucha inmadurez, son de estatura media-baja, nunca sobre 1,60 metros, pelo ondulado con rizos definidos y largos. En general las Hijas de la Luna tienen muchos cambios durante el mes, a veces son mujeres fuertes y rudas con una autosuficiencia notable, pero otras son pequeñas niñas asustadizas que requieren brazos fuertes para afirmarlas, la explicación, es que cambian su personalidad de acuerdo a los estados de su madre. Una de las primeras que conocí se llamaba Dulcinea, ella las hacía de una mujer fuerte, bondadosa y segura, pero en el fondo era una niña traviesa que si se rasguñaba lloraba, era egoísta y por sobre todo cuestionaba todas y cada una de las cosas para saber qué elegir, su seguridad a decir verdad nunca la vi. Pero había algo admirable en ella, que su orgullo era enorme a pesar de toda su inseguridad, he de admitir que me enamoré perdidamente de Dulcinea, sus ojos me embobaban, su risa me extasiaba, su boca era de miel y sus labios de chocolate, su cintura era un mango de donde afirmarla y no soltarla jamás y sus caderas ¡Por Dios, que placer mas grande! Su tez marrón la hacía poco común, por lo cuál para un joven como yo era como si tuviera en frente a la mismísima Afrodita. Las cosas no terminaron bien, las Hijas de la Luna tienen un extraño placer de asumir cosas que no son y decidir frente a situaciones que lamentablemente son erróneas, no dan cabida al arrepentimiento ni tampoco a la objeción, cuando deciden algo lo hacen para siempre, créanme, jugué cartas para rescatar lo que aprendí con ella pero de nada sirvió, sólo trajo más perdición.

Yo seguí mi viaje, no sin antes lamentar a mares la pérdida de tan hermoso ser, jamás pensé que durante mi viaje me encontraría a otra mujer así. Era Valentina, una mujer hermosa, admirada por los hombres de su pueblo, una cintura de avispa y senos acorde a su cuerpo, ojos plateados y una linda cabellera rubia y ondulada, pero como toda Hija de la Luna guardaba algo, y era su frágil corazón quebrado en mil pedazos por un ogro quizá que no logró admirar más allá de su egoísta corazón. Con Valentina compartimos muchas cosas, noches de lujuria, tardes de platica superficial, conocí con ella muchas cosas que jamás pensé que existían, me reveló que las Hijas de la Luna no eran perfectas porque en ellas no existía equilibrio, tienden a exagerar las cosas de manera monumental, y por lo demás nunca dejan su egoísmo de lado. Con Valentina las cosas tampoco terminaron bien, como ella misma lo dijo, su especie nunca deja el egoísmo de lado y cuando quise seguir mi camino, cuando quise ampliar mis horizontes con bellas mujeres comunes y corrientes, ella se puso en medio hostigando a mis acompañantes. Yo seguí mi camino.
La última historia, bastante peculiar es la que tuve con Cinthia. Ella es una niña pequeña, inocente, que guarda sus rizos con celo y sus ojos son linternas verdes que a uno lo sacan de su cuerpo, tiene una tez blanca, muy blanca, que guarda frío en cada poro, ella es especial, diferente, a pesar de tener todas las características físicas que distinguen a las Hijas de la Luna, ella no es egoísta, tampoco altanera, es única en su especie. Con Cinthia he compartido poco, quizá por su extraña manera de hablar, porque usa su cuerpo como medio de comunicación, no suelta palabras de mas y tiende a estar taciturna mientras camina, siempre viajamos juntos y nunca conversamos grandes cosas, la siento distante, como si sólo quisiera viajar al cielo con su madre, yo creo que sería una maravilla que se juntaran, los poetas serían virtuosos de tener tales musas inspirándolos en las noches. ¿Cuando me di cuenta que Cinthia era especial? es digno de contar. Veníamos de vuelta a casa luego de pasar una tarde estudiando, mientras viajábamos se hizo de noche, y la Luna salió llena en las montañas, cuando me bajo del vehículo en que veníamos y camino al porche de mi casa, me giro para hacer una despedida con la mano y veo sobre Cinthia el resplandor celoso de la Luna, una protección magna que resaltaba sus ojos verdes, su tez blanca y su cálida mirada, al contrario de todas las otras mujeres que conocí, ella era la única Hija de la Luna en la que vi el hermoso resplandor de la Luz de su madre.

¿Que si algo más ocurrió con ella? aun no sé, seguimos conociéndonos cada día mas, manteniendo pocas conversaciones con palabras y muchas con señas, para mi que soy en hombre que habla mucho es difícil comunicarme con ella, pero las pocas ocasiones que compartimos son algo digno de honor y orgullo.

 

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Datos personales

Soy Rodrigo, tengo 22 años y vivo en un mundo en el cual quiero poder manejar y saber todo, tengo muchas caretas todas ellas parte de mi personalidad. Me gustan los sentimientos pero me frustra demasiado el no poder comprenderlos. Espero un destino que lo mas seguro no exista, pero el soñar con ello es algo que me llena. Amo la luna, y soy un romanticista fuera de época.